jueves, 17 de enero de 2008

Manfredo: Entre las tetas y los bigotes. Biografía de una obsesión...

El sr Manfredo Williams, vivió durante sus años mozos Iowa, EEUU, una ciudad que nunca pudo deletrear debido a sus problemas de dicción.

Pasada la crisis de Alfonsín, y viviendo en Argentina, Manfredo pudo cumplir su sueño… Su sueño americano.

En el año 92, recién comenzada el mandato de Menem (al leer esto tóquese el genital izquierdo o la mama).

Desde chico demostró grandes aptitudes para dibujar a las personas desnudas, luego de años de terapia, logró apaciguar esa sed erótica siendo estimulado por su entorno (nadie sabe que técnicas fueron utilizadas).

Cuando llegó a EEUU, no todo fue tan fácil como él lo hubiera querido. Vagó por las calles 31, 27 y hasta la calle 34 en épocas navideñas (conoció a la piba de la película incluso antes de que naciera), esperando siempre una limosna de algún famoso que pasara por ahí.

Una noche de mucho frío, quizá alucinando por el hambre o por el lsd que estaba de moda, vio entre esas típicas nieblas de alcantarilla, la rígida figura del la persona que él más admiraba, su ídolo, su mentor, casi su Dios, casi el patoruzú de sus historietas… Sí, era él… Continuará.

Bueno mejor no los dejamos con la intriga, pero era él, es cierto, era él? … Se frotaba los ojos y golpeaba la cabeza contra una rata congelada (conocida hoy como el maestro de las tortugas ninja, a ellas tb las vio pero no eran tan famosas todavía).

Erá el, Walt Disney.

Se acercó a él y le murmuró al oído: “Aquí tienes”… Le dio un lápiz y desapareció diciendo: “Venga mi muerte Zimba… ¡Esa frase será un éxito!”.

Puteó en espanglish, al fantasma de Walt Disney, preguntándose porqué demonios no le dio un sánguche.

Al día siguiente, luego de despertar de un coma por inanición, agarró el lápiz y comenzó a dibujar en la vereda todo tipo de figuras y personajes. Al pasar por ahí, un sujeto llamado Adam Frijoles Smith, que era productor de una agencia dedicada a la animación y además gerente de una importante empresa importadora de mostaza de Kabul. Al ver sus dibujos, se impresionó por la calidad y personalidad erótica de este sujeto al dibujar. Pensó que podía cambiar eso y le otorgó una tarjeta para que lo llame, previo antes, u$s 2.75 para un sánguche.

Al día siguiente puteándolo por la escasa limosna recibida, se dirigió al teléfono y lo llamó por cobrar (obviamente). Y así fue como obtuvo su primer gran empleo en el ámbito del dibujo y la caricatura.

De tanto dinero que comenzó a hacer, su vicio por las mujeres se fue incrementando, además de su otro gran vicio… El helado de sambayón.

Era una noche como cualquiera en el “burlesque de la Madam Dora”, cuando llamó a una chica que era nueva, su pelo era muy oscuro, era hermosa pero un poco descuidada. Ingresó con ella a la habitación número 7. Le pidió que se desnudara lentamente, mientras él degustaba su helado de sambayón.

La mujer comenzó por los zapatos, medias, portaligas, colt calibre 44 y un pica hielo, hasta que llegó a quitarse el sostén… A diez cuadras a la redonda se escuchó el grito… ¡EL HORROR EL HORROR!

Espantado corrió y corrió hasta su motel, se acostó en la cama vibradora y empezó a pensar en lo que había visto… ERA UN PELO, EXACTAMENTE UBICADO EN EL CENTRO DEL PEZÓN DE UN LARGO Y UN GROSOR, MUY SIMIL AL DEL BIGOTE DE UN GATO.

Así fue como comenzó su manía con las tetas y los gatos. Su gran trabajo y más sublime obra, fue la conocidísima película: “Los Aristogatos”.

La locura fue tan grande, que cada personaje representado en la película, lo había hecho realidad, haciendo de su casa esta gran película. Los aproximadamente 37 gatos que aparecen, eran propiedad real de Manfredo. Así es como hoy son sus compañeros de habitación, de la vida.

Algunos de ellos, ejemplo Chatrán, lo abandonaron por su terrible celosía, para hacerse un camino propio en hollywood. Garfield fue creación de él y aunque nadie lo crea, fue un gato de verdad, producto de una clonación mental, experimento ultra secreto de una secta llamada: los Elohim (buscar en el google), ayudados por Fabio Zerpa y Horangel.

Luego de hacer fortunas en EEUU con las películas, un día cualquiera abrió la heladera para buscar dulce de leche, el cual no había, ya que Argentina no lo exportaba, gracias a Menem.

Volviéndose loco, llamó al narcotraficante amigo colombiano para traficar los 37 gatos de su propiedad dentro de relojes CU-CÚ.

Una vez que logró hacer entrar en los relojes a los 37 gatos, los llevó en avión dentro de un bolso, con agujeros para respirar. En pleno viaje, Manfredo pide helado de sambayón y al haber una respuesta negativa, se desató su furia asesina y gatuna.

Los gatos frenéticos por el poco aire dentro de los relojes, saltaron como un ballet del bolso, tomando así el control del avión y sus pilotos. Esto duró tres minutos.

Cuando el avión conducido por un siamés, se vino a pique en medio del Río de la Plata. Salvaron sus vidas, gracias a su habilidad para caer parados y de formar un paracaídas gatuno para Manfredo, que estaba inconsciente, por el éxtasis de furia.

Un caño que absorvía el agua del Río de la Plata, propiedad de la antigua “Aguas Argentinas”, literalmente los “chupó” dejándolos inconscientes en la laguna de San Vicente (versito). Pero en esa época no se había instalado el famoso restaurant koreano, Huan Chang Kein, famoso por sus arrolladitos y el mito de que cocinaban carne de perro.

¿Por qué decimos esto? Porque la población de perros era tan grande, que inmediatamente Manfredo y sus ahora 36 gatos, fueron desplazados de dicha ciudad, hasta llegar a Temperley, atraídos por la cantidad de ratas que abundan en la estación.

Hoy Manfredo, vive como un fracasado y se lo conoce como: “El hombre de los gatos o el hombre de Sambayón”. Pocos saben de su pasado de aventuras sin igual.

Pueden encontrarlo en la calle Ingeniero White, a mitad de cuadra frente a la plaza de la comisaría, cuyos policías tienen una perrita llamada Celeste, la cual atosiga a los 36 gatos.

Así que, cada vez que caminen por esa calle, recuerden que allí vive un aventurero, un auténtico personaje más, que vive en Temperley.

“Esto se ha escrito en memoria del gato número 37, Rodolfito, quien murió en su deber al aterrizar estrepitosamente sobre la garita del cuidador de la reserva ecológica”.

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